La etapa final de Bachillerato no es una simple preparación para la universidad u otros estudios de grado superior. Como fase de madurez, y aunque es evidente que lo académico ocupa un lugar más importante, no por ello nos podemos olvidar que el alumno afronta preguntas cruciales de su vida: ¿en qué puedo servir mejor a la sociedad? ¿Qué pide Dios de mí?, en definitiva: ¿cuál es mi lugar en el mundo? Es un tiempo en el que las preguntas vocacionales llaman insistentemente a nuestras puertas. Nosotros tratamos de ayudar a que el alumno discierna valientemente esas respuestas. A través de la siembra, el acompañamiento de tutor, profesores, orientador y formadores, y, por supuesto, en el desempeño académico con asignaturas como Religión, Historia, Filosofía y otras, queremos que los alumnos no renuncien a dotar de sentido la vida y de dar una respuesta madura, formada, fiada y en oración.

El desarrollo del espíritu crítico, de la reflexión y el debate, la lectura, la expresión escrita y oral… son herramientas básicas para afrontar un mundo complejo y en constante cambio. Las humanidades son un sustento seguro para mirar la realidad desde un punto de vista crítico e independiente. Por eso, en el colegio apostamos siempre, a pesar de los grupos muy reducidos, por ofrecer el bachillerato de humanidades y por cuidar especialmente los contenidos y materias humanísticas. 

Tratamos, asimismo, de despertar el deseo por el aprendizaje como un bien que busca la verdad y la belleza, que los alumnos entiendan que la realidad esconde un bien que apunta al Bien superior. Para ello, no dejamos de acompañar el proceso de maduración, la relación con la familia, las dificultades y crisis que se pueden dar y que son también ocasión para crecer y conocerse.  Los ciudadanos del futuro deben crecer asimismo en conciencia social y en solidaridad para ser agentes de cambio y transformación del mundo.