Monición de entrada, por Marcos Hermosel, director:
Queridos alumnos, familias, sacerdotes, profesores, trabajadores del centro:
Qué alegría que podamos celebrar juntos la Eucaristía. Sentíamos todos que teníamos que dar fin a este tiempo de una manera bella, y qué mejor forma que celebrando juntos la Eucaristía.
Siempre que acabamos o comenzamos un año me acuerdo del evangelio en el que el Señor lee la lectura de Isaías «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor». Después el Señor enrolla la palabra y proclama: “hoy se cumple la escritura que acabáis de oír”. La gente, por supuesto, se enfada “quién se cree, si es el hijo de José, el carpintero.” Hoy también nos enfadamos. Nos enfadamos porque miramos atrás este año 2020 y tal vez decimos, este no es un año de gracia, sino de desgracia, no hay bendición en él, sino maldición. Oímos a nuestro alrededor “a ver si pasa ya este curso, a ver si el siguiente es mejor”.
Queridos alumnos, este ha sido vuestro último año en el colegio, el año de vuestra graduación, y no ha sido ni mucho menos un año perdido, no ha sido un año maldito. Quizá haya sido el año más importante de vuestras vidas hasta ahora, no porque hayáis superado el bachillerato, no porque hayáis empezado ya la universidad o los ciclos que hayáis elegido. Todo eso es importante, qué duda cabe, pero en este año hemos podido aprender la más importante lección de la vida interior: la humildad. “La humildad es andar en verdad”, que decía santa Teresa de Jesús, y eso es lo que hemos podido experimentar en este tiempo. Que no somos dueños de nuestra vida, que las falsas seguridades en las que hemos depositado nuestra esperanza se resquebrajan y nos dejan caer, que la vida, la de mucha gente y también en cualquier momento la nuestra, se vive a la intemperie. ¿Quién puede arroparnos cuando estamos afuera, en las noches de invierno? Es entonces cuando el hombre humilde vuelve sus ojos los hermanos y a Dios, esa es la oportunidad que nos ha brindado este año de gracia, la de volver los ojos a Dios necesitados de salvación, la de reconocernos pobres y desnudos, como el pequeño niño que va a nacer en Navidad. El Señor eligió la desnudez para hacerse radicalmente como nosotros y para salvarnos. Porque no son los médicos, ni las vacunas, ni las mascarillas, ni las distancias las que nos salvan. Nos curan y nos protegen, por supuesto, pero necesitamos de salvación. ¿Quién puede salvar si no Dios tantas situaciones, tantos ancianos que han muerto en soledad, quién puede acompañar, si no Dios, cuando ya no hay nadie, quién puede calmar los corazones, quién superar el miedo?
Si habéis podido asomaros a esto, queridos exalumnos, habréis aprendido lo más importante de toda vuestra vida como estudiantes en este colegio. Porque todo es don, todo es regalo, todo es gracia, y nosotros, privilegiados como pocos, hemos podido contemplar a lo largo de varios años cómo el Señor ha ido derramando esa gracia sobre vosotros: en vuestras luchas, en vuestros desamparos, en vuestras alegrías. Queridos chicos, ya para siempre alumnos del Arzobispal, no hay mensaje más importante que ese: que no hay más seguridad que la suya, que nunca estamos solos, que el Señor nos ama y nos salva de lo pequeño y de lo grande. Esa es la Navidad y la Pascua.
Y así, lo que es sucio, gris y doloroso se convierte en la presencia de Dios en una oportunidad para amar más, para ser más querido. Y el discurso del pesado del director se convierte en una monición de entrada de la eucaristía, sin duda, un destino muy superior al habitual. No echéis hoy de menos las celebraciones, los gritos, los aplausos, los vídeos, los discursos, la comida y las bromas. Lo hemos cambiado por una presencia silenciosa y amorosa, no hemos perdido demasiado y hemos ganado mucho. Él hace nuevas todas las cosas.
Así que, con la alegría de sabernos queridos por Él y la de estar de nuevo reunidos, comencemos humildemente esta Eucaristía.