Amanecimos con nuestra rutina de ejercicios diaria. Sergio se pone en plan militar y nos hace sudar a las nueve de la mañana. Desayuno, oración y tareas. En cuanto acabamos salimos a hacer la segunda marcha del campamento. Había previsión de lluvia y tuvimos que cambiar de planes. Esta vez fuimos a la Ermita de la Virgen del Espino. Comparado con la primera marcha, esta fue mucho más suave, una «marchilla» para que pudiéramos volver antes de que empezara a llover. Al llegar rezamos un rosario a la Virgen y volvimos al campamento para comer.
Tuvimos la eucaristía antes de comer y comimos en el jardín los bocatas preparados para la marcha. Después de comer tuvimos tiempo libre hasta que llegó la hora de ir a la piscina. La tormenta pasó cerca pero no nos cayó ni una gota.
Cómo nos gusta el agua. Tres horas de piscina con merienda entre medias. Más guerras de caballos y más juegos. Ayer el plan fue ahogar a todos los monitores. Hubo quien se nos resistió pero conseguimos que alguno tragara algo de agua. Hubo un momento en el que todos intentamos hundir a Sergio que se resistió mucho. Al final conseguimos meter su cabeza bajo el agua y vengarnos así de todos los ejercicios que nos hace hacer al levantarnos.
Volvimos al campamento para ducharnos y cenar. Intentamos darnos prisa porque ayer se jugaba la revancha del Rommel y Montgomery, el juego nocturno que tanto nos gusta. De nuevo una batalla épica. Rommel parecía tener una estrategia más efectiva pero, con numerosas derrotas en el uno contra uno, Monty acabó con cada uno de los cargos de Rommel y acorraló la bandera capturándola sin piedad.
Disfrutamos mucho del juego y nos juntamos para rezar completas. Vaya día, teníamos mucho que agradecer. El acampado del día lo ganó Manuel González Polanco, siempre sonriendo y dispuesto a todo. Nos metimos en la cama agotados pero con mucha ilusión por el nuevo día de hoy. Esto se va acabando y queremos aprovechar el tiempo al máximo.