Despedida. Esto se acaba. Qué agradecidos estamos. Dios no ha dejado de cuidarnos estos días. No queremos que se acabe.
Ayer terminaros las olimpiadas y la clasificación se igualó mucho. Fútbol y balón prisionero. Los que tenían que ganar perdieron y los que tenían que perder ganaron.
Después de las olimpiadas tuvimos guerra de agua. Distintas pruebas en las que acabamos todos empapados. Como siempre, no nos bastó con los globos. Ollas, jarras y barreños hicieron también su función. Acampados contra monitores. Preguntas del trivial, si fallas agua y si no también. Y agua al monitor. A cambiarse para comer y toda la ropa mojada a secarse al sol.
Unos buenos espaguetis para reponer y algo de tiempo libre. Ayer tuvimos las últimas catequesis. La resurrección. Nos despedimos de San Isidro con los discípulos de Emaus. ¿Cómo reconocerle? ¿Cómo seguirle? La resurrección es lo que nos llena de esperanza, vivir con cara de resucitados.
Cuando terminamos las catequesis tocaba merendar para luego jugar. El juego de ayer por la tarde fue el bulldog y el pañuelo, a caballo, a la pata coja… más risas para terminar de puntuar doblones.
Mientras jugábamos vino Pepe Álvarez, el rector del seminario de Madrid. Presidió la misa y nos acompañó durante la cena y la entrega de premios. Se lo agradecimos mucho, fue una tarde-noche tremendamente divertida.
Para despedirnos, la casa nos preparó una barbacoa al aire libre. Pusieron música y estuvimos un rato bailando. Refrescos, un gazpacho y mucha carne. De postre un buen helado. Fue entonces cuando aparecieron los monitores disfrazados para hacer recuento en la clasificación y entrega de premios. Que tensión.
Empezaron con los doblones del día anterior. La distancia entre los distintos equipos se redujo. Luego vinieron las olimpiadas y los juegos, algún que otro doblón extra y finalmente… ¡Hubo un empate! Los 9 Templarios y La Xavineta empataron con 31 doblones.
Increíble. Había que desempatar y quedaba un doblón por entregar. El del acampado del día. Lo ganó Jaime Dominguez, del equipo de La Xavineta, por lo que se proclamaron ganadores. Una medalla para cada uno y una fuente de chuches para compartir con todos. Vaya momentazo. Gritos de alegría y alguna que otra lágrima de emoción.
Para terminar el día y el campamento tuvimos hora santa. Un rato de adoración todos juntos para agradecer todo lo que hemos vivido estos días. También aprovechamos para pedir por todo lo que teníamos en el corazón. Dios se ha encargado de hacer que estos dias no se nos olviden en mucho tiempo, y le pedimos que la alegría con la que hemos vivido estos días podamos llevarla con nuestras familias y amigos.
Vaya ocho días… ¡Muchas ganas de repetir el año que viene! Muchas gracias de parte de todos al Colegio Arzobispal por este pedazo de campamento.