Hace casi más de seis meses crucé las puertas del Colegio Arzobispal-Seminario Menor y si me hubieran dicho en aquel entonces que, aproximadamente medio año después, estaría escribiendo un relato sobre mis vivencias no lo habría creído. Pero aquí estoy, así que permitidme compartir mi experiencia en este centro educativo.
En primer lugar, quiero destacar la cercanía del profesorado. La pequeña cantidad de alumnos en el colegio ha creado un ambiente cercano y personal. Los profesores conocen nuestras fortalezas y debilidades, y están dispuestos a ayudarnos en cada paso del camino. Esta conexión genuina ha sido un bálsamo para mi alma académica.
Las aulas también me han sorprendido gratamente. El ambiente de camaradería es palpable incluso desde el primer día. No somos competidores, sino compañeros de un viaje lleno de altibajos.
Esta conexión genuina ha sido un bálsamo para mi alma académica
Una de mis mayores alegrías ha sido el sistema de evaluación. A diferencia de otras escuelas que se centran exclusivamente en exámenes, aquí encontré una variedad de métodos para medir mi aprendizaje. Presentaciones, proyectos, debates y evaluaciones continuas han aliviado (aunque no olvidado) la presión de los exámenes finales. Siento valorado mi esfuerzo, no solo mis resultados en una prueba puntual.
El horario también merece mención. A diferencia de las jornadas casi interminables en otras instituciones, el horario flexible del centro proporciona un tiempo más que suficiente para el estudio y el ocio. Asimismo, las tardes no están abrumadas por tareas y deberes. Puedo disfrutar de mi tiempo libre, explorar mis intereses y mantener un equilibrio saludable entre el trabajo y la diversión.
No solo estoy adquiriendo conocimientos académicos sino también creciendo como persona
Y luego están las «Siembras». Estas breves sesiones de enseñanza en la fe antes del recreo son como pequeñas semillas (perdonen la predecible metáfora, tenía que introducirla) que se plantan en nuestro corazón y mente. A través de ellas, he profundizado en mi comprensión espiritual y he encontrado respuestas a preguntas que tenía olvidadas.
En resumidas cuentas, me siento afortunado y bastante aliviado. Aquí, no solo estoy adquiriendo conocimientos académicos sino también creciendo como persona. Este Seminario Menor hace honor a lo que es: un hogar donde el conocimiento y la autenticidad florecen.
Froilán Rivas Artunduaga, 1º Bachillerato