Llegué al Colegio Arzobispal en el año 2002 y me impresionó la enorme calidad humana y profesional de los profesores, el clima de extraordinaria familiaridad, el acompañamiento cuidadoso que disfrutaban los alumnos y un ambiente único de crecimiento, de confianza y de cariño. En el Colegio Arzobispal encontré una familia con unos valores que más de quince años después no han hecho más que consolidarse y fortalecerse con una profunda reflexión pedagógica innovadora, una renovación de instalaciones y equipos y una clara vocación de servicio de un claustro que camina siempre unido, en profunda sintonía.

Hoy, el Colegio Arzobispal es la respuesta para las familias que buscan mucho más que un centro de formación, que saben que educar es mucho más que transmitir conocimientos. Hoy, el Colegio Arzobispal es más esencial que nunca, pues tiene una visión clara de la persona como un todo, donde no se olvida ninguna de sus dimensiones: afectiva, sexual, espiritual, emocional, vocacional, intelectual… Hoy, el Colegio Arzobispal se ofrece como el hogar que la persona necesita para crecer.